Llueve, pero nada frena el ritmo de esta ciudad, Estambul, y menos de su calle más importante, Istiklal Caddesi.
Desde mi habitación veo como corre la gente a refugiarse en las tiendas y en los entrantes de los edificios, hoy es domingo pero mayoría de las tiendas están abiertas. En el día de hoy algunos comercios deciden descansar por la mañana y otros por la tarde. Pero es tal la cantidad de tiendas que hay, que apenas se puede apreciar la diferencia entre el domingo de descanso y la locura de los viernes por la noche. Porque Istiklal no descansa, no puede, me recuerda a un joven hiperactivo. Corriendo, yendo y viniendo de un lado para otro, siempre con quehaceres que no se pueden dejar para otro momento. Y cuando, a eso de las diez, todas las tiendas dedicadas a atender el exterior de las diferentes partes del cuerpo humano cierran, comienza otro estadio del día: el dedicado al interior. Los bares, restaurantes, pubs y discotecas se llenan.
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