Hace poco hice un viaje por Oriente Próximo que me ha abierto aún más los ojos de lo maravilloso que puede llegar a ser este mundo y de lo injusto que puede hacerlo el ser humano por el simple hecho de haber nacido MUJER.
Esta reflexión a cerca de nosotras comenzó en la frontera de Turquía con Siria, donde las mujeres comenzaron a mirarme un poco extrañadas al ver a una chica sin velo, con el pelo corto teñido de rojo y que además vestía ceñida y enseñando los brazos… sin duda no era lo más común por esos lares. Ésta sería la última vez que enseñé los brazos, exceptuando Palmira y el barrio cristiano de Damasco, en el que las mujeres vestían de Pret a porter. En el resto de sitios ellas siempre iban tapadas y yo decidí vestirme de forma más recatada para no llamar la atención, condición sine qua non del viaje.
Un poco más allá de las miradas lo que no acabé de aceptar fue la forma de dirigirse hacía mi, siempre a través de mi acompañante masculino. Yo preguntaba, pagaba o pedía y en la mayoría de los casos al que respondían era a él, eso sí, siempre de forma muy cordial.
Los comercios estaban regentados por hombres en toda su variedad de cargos y sectores, representación de la omnipresencia masculina en el mundo de los negocios, la comunicación y de la política. Ellos se encargan desde la venta de ropa interior femenina y cosméticos, hasta la comida, pasando por el transporte, guías turísticos y restauradores, ellos son los periodistas y la voz del pueblo.
La excepción que confirmó la regla, y que quieren que cada vez vaya siéndolo menos, fueron los trabajadores de la oficina de turismo de Aleppo (ciudad que se encuentra al norte de Siria) en la que había hombres y mujeres mezclados en los diferentes despachos, y mujeres con velo y sin él que se volcaron por ayudaros. Allí nos atendió una mujer morena sin velo, que nos ofrecía información en francés, puesto que su inglés no era muy bueno y era la única que hablaba otro idioma y que con gran cordialidad nos ayudó en lo que pudo con las Ciudades Muertas.
De todas las formas, no es que las mujeres sean una minoría o que se escondan, si no que se dedican a lo que se solía llamar en España “a sus labores”, es decir, a engendrar, cuidar a los niños y mantener la casa limpia. A las mujeres más pobres se les permite pedir en la calle o colaborar en la agricultura y ganadería, ya que hacen falta manos. Y en las clases más altas, creo que se dedicarán a la vida social, como la mujer de Aleppo. Pero es algo de lo que no puedo afirmar de forma fehaciente, puesto que no me he rodeado de ninguna mujer de familia pudiente con la que pudiese mantener una conversación. Y con lo de familia pudiente me refiero a que allí las mujeres no suelen tener posesiones, pertenecen en la mayoría de los casos a la familia o al marido.
Y eso me hace valorar aún más los derechos que hemos conseguido las mujeres “occidentales”. El derecho a la no discriminación y a ser tratadas con equidad respecto al género masculino.
Y va mucho más allá, y ahora sí que tiene que ver con la religión, puesto que sus creencias, es decir, las de su entorno, les obligan, en el caso más extremo a ir tapadas con una toga hasta los pies de color negro, a llevar tapado el rostro a excepción de los ojos y a llevar un velo translucido del mismo color encima de la cabeza que les impide poder ir solas por la calle si quieren sobrevivir.
En la mayoría de las ocasiones van acompañadas por otra mujer o por su marido… marido que viste, en la mayoría de los casos, de lo más normal, con vaqueros, zapatos de punta y camisa, eso sí, de manga larga, en muchos casos arremangada. Los hijos pueden ir bien coloridos y con manga corta, otra vez, a excepción de las niñas, las cuales también tapan, en la mayoría de casos que vi, su pelo con un velo. Eso depende de cómo se interprete el Corán. Mahoma, en resumidas cuentas dijo que el turbante debía ponerse con la llegada de la primera menstruación. Pero ahora es una decisión que es tomada por la mujer, si se sienten preparadas para llevarlo y la familia está de acuerdo con ella se lo pueden poner antes o no ponérselo nunca. La familia aún es el eje central en la vida en Siria, les importa mucho lo que opine su familia a cerca de todo.
Por ello quiero recalcar el hecho de que las mujeres que no llevan velo lo han consultado con su familia y en la mayoría de los casos lo han aprobado, y es que sentirse respaldadas es muy importante. Eso es universal, casi todos buscamos la aprobación de la familia. Lo que ocurre es que si no la conseguimos, sentirnos aprobados por nosotros mismos es mucho más importante que la de terceros. Y seguimos adelante con nuestras convicciones porque nos apoyamos en la libertad y en los derechos que tenemos. Pero sentirse repudiada sea donde sea es muy duro, más aún allí cuando la sociedad tampoco las apoya.
Las mujeres y niñas a las que vi sin él fue en su mayoría en Damasco y en Latakia, pero son una minoría comparación con Turquía, donde se convirtió en debate hace años y a partir del cual han podido exponer su posición, tener voz y lo han podido llevar a la práctica sin consecuencias funestas.
El color y la exigencia de llevarlo o no depende de la rama del Islam a la que se pertenezca, y reitero otra vez, a la forma que tengan de interpretar El Corán, como también ocurre con La Biblia y las diferentes ramas del Catolicismo, ¿quién no recuerda a ver presenciado o visto a alguna mujer en misa tapada con un velo? Pero eso en España son reminiscencias de un pasado no muy lejano.
Es para mi tan común ver a una mujer en el puesto que desee y que lleve puesto lo que desee, que tuve que viajar hasta allí para darme cuenta de los derechos por los que lucharon nuestras madres, nuestras abuelas para que a nosotras nos trataran de igual a igual. Esa es la razón por el que debemos celebrar el día de la mujer, y el día del orgullo gay, y el día de la constitución, y el día del trabajador… para recordarnos la lucha que otros comenzaron y nosotros debemos continuar.
Y así acaba esta reflexión que comenzó en un país no tan lejano con una cultura diferente. Con puntos positivos de los que aprender, como la hospitalidad, la cordialidad y las ganas de ayudar al semejante. Una tierra con unos paisajes maravillosos y con historia como ningún otro. Un país en el que los niños y adolescentes aprovechan cualquier lugar para practicar su inglés y se quedan asombrados al caminar por sus calles con una cámara de última generación cuando la que ellos utilizan son de las analógicas de usar y tirar que yo tanto he utilizado… están llenos de curiosidad y poseen de una herramienta que les hace pertenecer más que nunca a este mundo globalizado: internet y la televisión por cable. Los jóvenes también quieren hablar, para ellos es muy complicado conseguir un visado para viajar por Europa o América por eso aprovechan el turismo que reciben para derrumbar fronteras.
Un lugar en el que se puede ver la herencia de una guerra no muy lejana, el sitio idóneo para aprender a formar un futuro estudiando del pasado.
Me han encantado tus reflexiones sobre la situación de la mujer en oriente….que orgullosa me siento de ser tu prima!!!!!
Este tema me interesa mucho,como feminista y como viajera.
A veces tengo la sensación de que la gente viaja con burka, vamos que no ve más alla de sus narices…me preocupa especialmente porque creo que se lo colocan por miedo a lo desconocido, a no perder esa pequeña estabilidad que nos da el pertenecer a este primer mundo.ven lo que quieren y pueden ver
Me alegran mucho tus palabras Isa y siento que tuvieras que esforzarte tanto para leerlo, ahora ya he hecho unos arreglillos.
Sinceramente, muy interesante tu blog!!
Tengo que leer más tuyo.
Un saludo